Era uno de tantos viernes imposibles en la Ciudad de México:
embotellamientos, mucha gente en la calle, supe que llegaría tarde. Ya todos me
estaban esperando, era momento de la despedida, el ultimo día en mi trabajo.
Empezó la comida, y aunque fue triste en verdad dejar tantos recuerdos y
personas, en mi corazón supe que era el momento de ajustar las velas y buscar
nuevos horizontes a pesar de tanto aprendizaje.
Por supuesto que después de 11 años en la misma empresa uno
aprende mucho, sin embargo yo saque una lista de cosas que descubrí que no
quería y realmente eso es lo que más tengo que agradecer.
Los años que tuve ese trabajo fueron los mismos que estuve
luchando por un puesto mejor, perdí la cuenta de las veces que me postule, de
las veces que hice exámenes, sin embargo recuerdo perfectamente la respuesta
que obtenía: “No”. Cada “no” tenía una razón distinta o quizás
en esencia era la misma, mi camino no era por ahí.
Comencé a valorar los
“no” y vi en ellos una oportunidad de ser mejor, de encontrarme a mí misma y poder
desarrollar todo mi potencial. Estando en aquella comida, justamente de eso
trato mi discurso de despedida, di las gracias por cada rechazo, porque deje de
pensar en el siguiente puesto, en el siguiente asenso, simplemente deje de
limitarme hasta que supe que lo que quería lograr estaba solo en mis manos y me
puse al frente de mi vida, y ahora, de mi empresa.
Afortunadamente cuando dejas la zona de confort y empiezas a
exigirte encuentras personas similares en el camino, es donde corroboro que tu
mundo cambia cuando cambias tu pensamiento. Mis mentores han sido más que
exigentes, y se los agradezco enormemente… justo segundos después de querer comérmelos
(ja, ja, ja). Mi mentor me felicita un minuto y el minuto siguiente pasa a lo que sigue. Ahora tomo las cosas con calma y sé que crecer, lograr los
objetivos que tengo en mente no va a ser sencillo, sin embargo el camino por
delante me dejara muchas enseñanzas.
Justo hace unos días escuchaba la historia de "El elefante encadenado" de Jorge Bucay donde en resumidas cuentas se percata de que un elefante de
circo, a pesar de su fuerza y su esclavitud, no trata de escapar porque de
pequeño, estando atado a una estaca aprendió que “no” podía liberarse y por más
que lo intento, un día sintiéndose incapaz, se dio por vencido.
¿Cuántos “no” te han
paralizado? ¿Cuántas veces te has sentido incapaz de lograr alguna meta?
Cuando éramos niños el rechazo nos gritaba que estábamos en peligro, que solos
y frágiles no teníamos mucho futuro y como nadie nos enseñó manejar nuestras
emociones, ese miedo al rechazo hace que ahora que somos adultos nos hundamos
en un enorme pesar cada vez que escuchamos un “no”.
Como siempre, te sugiero que eches un vistazo al otro lado
de tu miedo, que reprogrames esa emoción tan primaria y la manejes a tu favor ¿Qué te parece si cada negativa la vuelves
una oportunidad? Toma cada situación como ajena y analiza con la mente en
calma, ve que puedes aprender de ella y hazlo. Ya que lo hayas logrado la
primera vez me encantaría saber cómo sientes. Te aseguro que empezaras a dar gracias por cada “no” y a descubrir una
mejor versión de ti misma en cada momento.
#SeamosLuzDelMundo
Cynthia Aguilar
Formadora en Inteligencia Emocional y Empoderamiento Femenino
Qué bonita reflexión que invita a meditar sobre el camino que estamos tomando y el potencial que tenemos de transformarlo. Muchas gracias Cynthia.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti Faby, por ser parte de dicho cambio ;o)
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