Empoderamiento

Empoderamiento

martes, 10 de mayo de 2016

Cayó una estrella.


En el último año de la preparatoria mis maestros de Física se encargaron de mostrarme el mundo de la astronomía del que me enamore perdidamente, y si bien no fue la carrera que elegí, estaba decidida a especializarme en ello. Pensaba pasar el resto de mi vida observando las estrellas… Y en realidad así fue, aunque de un modo muy diferente.

Justo cuando regresaba de Puebla, después de visitar el INAOEdonde pensaba hacer mi maestría, me entere que estaba embarazada. Yo, embarazada. Yo, que no pensaba tener hijos antes de los 30, si es que los llegaba a tener; que vengo de una familia tan tradicionalista, que jamás lo había planeado.
La verdad es que no me lo creía y no alcanzaba a visualizar como el embarazo iba a encajar con todos mis planes. Afortunadamente tuve el apoyo de mi pareja, mi familia apoyo a su modo, si bien no me corrieron, me hacían saber su malestar en todo momento.

No lo podía creer, no lo asimilaba. Trace un camino de mis propias culpas, de la culpa de “fallarle” a mis papas y sobre todo de no cumplir mis planes. Entre en un estado emocional devastador donde las constantes eran miedo, culpa, preocupación e incertidumbre. Y me hice la gran pregunta: ¿Qué voy hacer?

Claro, por supuesto que pensé en no tenerlo, pensé que así todo sería más fácil, que cumpliría mis sueños y mis papas estarían más tranquilos; forme parte de un grupo juvenil católico (si, por si todo lo anterior no era suficiente) y obviamente eso no estaba bien visto, pero más allá de todo esto pensé en cómo me sentiría yo después, ¿cómo si nada hubiera pasado? ¿Cómo si todo estuviera exactamente igual? y bien sabría que no. Yo creo que cada quien es libre de tomar sus decisiones según sus posibilidades, creencias y pensamientos, y en este caso yo decidí ser mamá.

Fue mágico y aterrador. Todo mundo te dice mil cosas, lo que tienes que hacer y te recomienda según su propia experiencia, si bien para una mamá primeriza todo es un caos, el embarazo en condiciones emocionales precarias es increíblemente desgastante. Lo que se supone una de las más grandes alegrías para una mujer se puede volver su mayor angustia.¿Cómo se educa a un hijo? ¿Cómo se cuida a un bebé? ¿Qué vida le voy a dar? ¿Cómo le voy hacer para darle un hogar? Mil y un preguntas pasaban por mi cabeza, preguntas que no sabía contestar.

Poco a poco todo fue fluyendo y llego el Gran Día. Por supuesto que estaba aterrada, para mí los hospitales son una pesadilla y el parto ¡duró siglos!.. Entonces lloro, lloro de un modo muy singular, mire los chinos de su cabello, y la vi sana y perfecta. A partir de ese momento todo lo demás dejó de importar; le había dado vida a una personita nueva, indefensa y tan pequeñita. Desde ese momento comprendí que siempre hay un como si hay un porque, ella me dio una nueva razón de ser y soñar; no sé si alguien más lo haya experimentado, pero me sentía poderosa, con una fuerza a prueba de todo y sabiendo que todo iba a estar bien.

Desde que me la dieron no pude dejar de mirarla. Las demás mamas del hospital me decían que la iba acostumbrar a los brazos, que la dejara en la cuna, pero para mí había caído una estrella y me iba a pasar toda la vida observándola, cuidandola y maravillándome de ella.


Entonces me percate: Cayó una estrella… Y aterrizo en mis brazos.

#SeamosLuzDelMundo
Cynthia Aguilar
Formadora en Inteligencia Emocional, Financiera y Empoderamiento Femenino.